miércoles, 12 de septiembre de 2018

CAZADORA DE SONRISAS


Ofelia, mujer de 54 años fue despedida de su trabajo por su edad, tiene una hija llamada Sandra de 28 años que trabaja en una empresa de tejidos, su trabajo le impide a acompañar a su madre a los controles de adulto mayor, Sandra no está enterada de que su madre es hipertensa, su madre por no preocuparla más, no le informa de su enfermedad, estaba aburrida porque tenía que estar en constantes controles por eso iba muy seguido al hospital del pueblo, un día Ofelia miró unos niños muy tristes, ellos tenían cáncer y pensó:  “tengo una edad avanzada por eso tengo que acudir al médico, pero estos niños apenas están empezando a vivir y tener que cargar con esta dificultad de estar enfermos”.

Luego, uno de esos niños la miró en la ventana, entonces se le acercó y le dijo: “Señora, es cierto que hay mariposas azules?” y ella no sabía que responder y sonriendo le dijo:” Si, pero también hay de otros colores”. Después pasaron varios días hasta que tuvo que ir nuevamente al hospital y no pudo con la curiosidad de saber si los niños estaban y ellos seguían ahí. No sabía qué hacer para que los niños sonrieran y no la vieran como una persona más que solo con su mirada triste veían y nada más.
Ella decidió hacer algo para hacer sonreír a los niños y se vistió de mariposa azul sin que ellos supieran que era la señora que siempre los miraba a través de las ventanas. Cuando los niños la miraron quedaron sorprendidos y quisieron tocarla, pero ella les dijo que no la toquen porque si la tocan los niños tristes perdería su color, que a ella le gustaban los niños con una sonrisa grande como el arcoíris y todos sonrieron. Luego siguió así visitando a los niños semana tras semana y ellos sonreían con todas sus ocurrencias, así pasó un buen tiempo y Ofelia se dio cuenta de que su hija ya no tenía tiempo para nada, ni siquiera para compartir un momento con ella y en las noches cas}da vez está más aburrida y de mal humor y se molestaba cuando Ofelia hacía alguna broma.
Como Ofelia era muy ocurrente decidió no ponerse triste por su hija sino que pensó mejor en regalarle más sonrisas  a los niños, entonces fabricó una caja muy bien adornada con mariposas azules y la llenó de fotografías de los niños cuando sonreían y almacenó muchas fotografías no solo de los niños sino también de los adultos que las enfermeras atendían en el hospital, además de los médicos y de cuantas personas sonrieran.

Llegó un día en que Ofelia se sintió muy mal y se fue al hospital llevando el regalo para su hija en la caja ella colocó un sobre  con un mensaje que decía: “la mayor riqueza para Sandra mi hija, de Ofelia”, Se la encargó  a la enfermera que la atendió y le recomendó que si ella muere se le entregue esa caja a su hija Sandra.

Tiempo después, desafortunadamente Ofelia murió, Su hija fue a recogerla al hospital para su sepelio. Un día le llegó a la oficina de Sandra cierta caja y ella lo colocó en un cajón sin siquiera abrirlo. Paso un tiempo y Sandra cambió de oficina y encontró la caja y ella la desechó a la basura, su secretaria la miró y le preguntó que qué contenía ese paquete y por qué estaba sellado y ella le contestó que no sabía y que por favor lo botara, pero su secretaria insistió en mirarlo y Sandra Enojada le dijo que está bien, que lo abriera. Ella con mucha curiosidad lo abrió con cautela y miró la tarjeta, la leyó y se sorprendió, luego le dijo a Sandra que era de su madre y Sandra le respondió: “deben ser tonterías de mi madre, no es importante”. La secretaria le dijo que era para Sandra, y Sandra le dijo que le trajera la caja porque la aburría con su insistencia. Sandra abrió la caja y leyó la tarjeta y se sorprendió y le dijo a su secretaria que la dejara sola, al principio no podía entender  qué le quiso decir su madre, cuando miraba las fotografías no podía evitar llorar con mucha tristeza pero al mismo tiempo sonreía con cada una de las fotos, casi al final encontró una  nota más que decía: “Hija nunca supe ni sabré por qué razón dejaste de sonreír  pero no te olvides nunca que la mayor riqueza que  tenemos y podemos brindar es una sonrisa ”.

IRMA CECILIA BRAVO
Auxiliar de Servicios Generales



miércoles, 18 de julio de 2018

LA SILLA MAGICA



Julia tiene 92 años. Es viuda y tiene 5 hijos y 10 nietos, de los cuales solo tres acuden al hospital (frío) en el que se encuentra por una patología aguda. El resto de su familia tiene muchas cosas que hacer (“trabajo, estudio, viajes… ya se sabe”). Lleva ingresada 5 días, no comprende muy bien qué está sucediendo. No comprende muy bien dónde está ni recuerda qué día es. A veces confunde el día con la noche, la comida con la cena. No para de ver a gente a su alrededor, pero se siente sola. Se siente triste, echa mucho de menos a su marido, tantos años juntos… y tiene miedo. Miedo de estar abandonada, miedo de morir, miedo porque tiene dolor pero no encuentra el momento para comunicarlo (“toda esa gente parece que tiene tanta prisa…”), miedo de orinarse y de hacerse de vientre encima, ya que en casa ella podía ir al servicio sola, pero desde que ingresó alguien decidió por ella que ya no iba a poder usar el servicio más y que tenía que llevar un pañal. Un pañal que pasa mojado y sucio mucho tiempo, demasiado, que le pica y le da calor, que le quita la dignidad, que le da miedo. Ha dejado de comer también, la comida del hospital es fría (no por falta de temperatura, sino porque “parece que le faltase alma”) y monótona, aburrida, parece hecha con prisa y suelen ser purés insípidos. Cada vez que llega la comida ella sueña con que vengan de postre unas fresas, le gustan tanto… pero de postre siempre aparece la manzana asada y el yogur. Y la bandeja vuelve al lugar de origen prácticamente tal y como llegó. Llena de comida y fría.

Delante de la butaca donde la sientan según protocolo, hay una silla. Esta silla siempre está vacía. Es curioso que toda esa gente que entra y sale nunca se puede sentar cinco minutos en la silla a hablar con ella, a hablar del tiempo, a dar calor a la habitación.

Julia siente que ha perdido la dignidad, que ya no es ella y que tampoco importa que ya no sea ella. Se siente totalmente ajena a su enfermedad, siente que estorba, que está ocupando una cama, siente que su cuerpo es lo que importa, pero… ¿y sus sentimientos? ¿Y sus miedos? ¿Y ella? ¿Y esa silla? Ni siquiera su hijo y sus dos nietos se sientan en ella.

Pero todo cambia durante 10 minutos al día. Quizá es solo 1 minuto, pero a ella le dura la alegría 10 minutos. Siempre pasa cuando Carmela, la empleada de limpieza, entra a las 10 de la mañana a limpiar la habitación. Ella ilumina la estancia con su sonrisa y su alegría, siempre la saluda y le pregunta cómo está, le cuenta alguna anécdota de su llegada hasta el hospital en el autobús y Julia se muere de risa. Además, Carmela coge su mano y la llena de halagos. Parece que durante esos diez minutos todo se esfumase (el dolor, el frío, el miedo). Parece que, durante diez minutos al día, ella volviese a ser una persona. Incluso un día Julia le pidió que se sentase en la silla y Carmela se sentó, y estuvieron viendo una revista juntas, durante cinco minutos, claro, porque Carmela tiene que seguir con sus tareas y no puede retrasarse mucho. Pero la alegría ya le duró hasta la hora de la comida.

Y eso es lo que Julia espera un día tras otro: que llegue Carmela. Eso es lo que le da la fuerza para seguir. Esperar a que esa silla deje de estar vacía durante cinco minutos, dejar de sentir frío durante diez minutos. Volver a sentir calor humano en sus manos. Volver a sentirse viva.

Afortunadamente, todos nosotros podemos ser como Carmela y ayudar a todas las Julias que se encuentran desamparadas y sufren. Solo una sonrisa, una mirada y una palabra amable es suficiente para poder cambiar el día a nuestro paciente. Solo sentarnos en una silla delante de ellas y preguntarles cómo están, hablar de sus miedos, comprender que son seres humanos que sufren, como nosotros, que también sufrimos mucho, que también tenemos problemas, que también, a veces, perdemos la esperanza. Comprender que sin humanización no hay asistencia terapéutica. Comprender que un abrazo y una sonrisa son más terapéuticos que cualquier ansiolítico. Y que, como ningún ansiolítico, alivian al que lo da y al que lo recibe.

Comprender que no todos necesitan pañal, que algunos necesitan fresas y que las necesidades las marcan quienes las tienen. Que no podemos ni debemos decidir por el otro.

miércoles, 4 de julio de 2018

LA HUMANIZACION DE LA ATENCION EN SALUD


La humanización de la atención buscan dar respuesta a las necesidades de las personas y contribuir a la finalidad del Sistema General de Seguridad Social en Salud, logrando iniciar la vida en las mejores condiciones, mantenerse saludable en familia, vivir en la comunidad sana e informada de sus derechos y deberes en salud, detectar oportunamente la enfermedad y recuperar la salud, vivir con la enfermedad o la diversidad funcional con autonomía y respecto y enfrentar el final de la vida con dignidad.




jueves, 7 de junio de 2018

SI USTED PUDIERA PARARSE EN LOS ZAPATOS DE OTRA PERSONA

La atención del paciente es más que solamente sanar - es establecer una conexión que envuelve la mente, el cuerpo y el alma.
Si usted pudiera pararse en los zapatos de otra persona .... escuchar lo que ellos escuchan; ver lo que ellos ven; sentir lo que ellos sienten, ¿los trataría de otra forma?




INTRODUCCION

“No llores, no te rías, trata de entender” nos sugiere la actitud más adecuada que hay que adoptar al afrontar el tema de la humanización en el mundo de la salud.